La familia González heredó aquella fascinación al adquirir el edificio, iniciada por el patriarca Rafael María González Rivera (1858-1936), don Lito, cuyas emociones pasó en sucesión al penúltimo de sus diez hijos: don Teodoro Ciriaco (1900-1971). Desde entonces el amor por el edificio Ochoa ha ido en crecimiento. Fue José Enrique, el mayor de sus dos hijos quien aferró a su corazón la historia del edificio que había sido diseñado por el arquitecto Pedro de Castro Besosa, un educado profesional de mente progresista y lápiz audaz. La generación actual compuesta por su Jaime J. González y su prima María Amelia Ruiz, continúan la tradición de conservación, preparando el edificio como una motivación para continuar el legado.